Hoy, está nevando.
"Miro el paisaje invernal que se extiende frente a mí y cierro los ojos, deslumbrada por su pureza. Cada copo de nieve es como una estrella caída, que cae lentamente convertida en un pequeño trozo de algodón frío y se deposita en el suelo, para después, derretirse con un suspiro agónico. Cada uno es distinto, es perfecto, increíblemente bello. No es ni bueno ni malo, ni alegre ni triste. Es sólo eso, blancura. Nada. Virutas de paz que te acarician con su aliento blanco..."
lunes, 29 de noviembre de 2010
viernes, 26 de noviembre de 2010
Día 13.
Como podréis observar, hoy no pongo número ordinal en el título porque decimotercero queda fatal... Así que ahora es día 13.
Ésto también es mío, escrito en mis horas de aburrimiento en clase:
"Me siento bajo un árbol y saco el viejo libro de poemas que me regalaste. Las hojas caídas crujen debajo de mí, son arrastradas por el viento y tratan de acariciarme con sus colores dorados. Una niña juega un poco más allá con un pequeño perro blanco. Se ríe, se cae al suelo, rueda sobre un colchón de hojas llenándose el pelo de esquirlas pardas. Sonrío con tristeza y cierro los ojos. Espero. Leo la dedicatoria que escribiste en la primera página: "Que sepas que te quiero.", decías. No, no lo sabía, y ya no lo sé. ¿Dónde estás? Te siento tan lejos. ¿Crees que algún día volveremos a vernos? Y mi corazón, vestido de fuego, se desliza sobre el bosque de mi alma, quemándolo todo. Y la niña se reúne con su madre y se marchan.
Anochece. El sol se esconde, tiñendo de naranja las hojas que caen, una a una, sobre mí. Enterrándome bajo una manta seca. Tengo los pies fríos. La noche cae implacable sobre el mundo y ya no puedo leer.¿Vas a volver? Llevo tanto tiempo esperando que ya no recuerdo el día en que te fuiste. La imagen es borrosa.¿Quién dijo adiós?¿Tú o yo?¿Quién es esa silueta que se aleja en mi mente, una y otra vez?¿Quién eres tú? Ya no sé ni lo que siento. Si estoy triste de verdad o lloro por costumbre. Y el frío me susurra con su aliento de muerte..."
Ésto también es mío, escrito en mis horas de aburrimiento en clase:
"Me siento bajo un árbol y saco el viejo libro de poemas que me regalaste. Las hojas caídas crujen debajo de mí, son arrastradas por el viento y tratan de acariciarme con sus colores dorados. Una niña juega un poco más allá con un pequeño perro blanco. Se ríe, se cae al suelo, rueda sobre un colchón de hojas llenándose el pelo de esquirlas pardas. Sonrío con tristeza y cierro los ojos. Espero. Leo la dedicatoria que escribiste en la primera página: "Que sepas que te quiero.", decías. No, no lo sabía, y ya no lo sé. ¿Dónde estás? Te siento tan lejos. ¿Crees que algún día volveremos a vernos? Y mi corazón, vestido de fuego, se desliza sobre el bosque de mi alma, quemándolo todo. Y la niña se reúne con su madre y se marchan.
Anochece. El sol se esconde, tiñendo de naranja las hojas que caen, una a una, sobre mí. Enterrándome bajo una manta seca. Tengo los pies fríos. La noche cae implacable sobre el mundo y ya no puedo leer.¿Vas a volver? Llevo tanto tiempo esperando que ya no recuerdo el día en que te fuiste. La imagen es borrosa.¿Quién dijo adiós?¿Tú o yo?¿Quién es esa silueta que se aleja en mi mente, una y otra vez?¿Quién eres tú? Ya no sé ni lo que siento. Si estoy triste de verdad o lloro por costumbre. Y el frío me susurra con su aliento de muerte..."
jueves, 25 de noviembre de 2010
Duodécimo día.
"Cumpleaños feliz... Cumpleaños feliz.. ¡Te deseamos todos: cumpleaños feliz...!"
Y sí, queridos lectores: hoy es mi cumpleaños.
Para celebrarlo, me permitiré colgar una recopilación de frases de libros que me han llamado la atención(sí, soy super original). Aquí las tenéis:
-"¿Sabe qué es lo mejor de los corazones rotos? Que sólo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños"(El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón).
-"Tonterías lo son todo en esta vida. Es simplemente una cuestión de perspectiva"(El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón).
-"Claro que quiero oírlo, pero si yo fuera rico, si yo fuera rico compraría un montón de chuletas de cerdo, me las anudaría alrededor y escaparía comiéndomelas"(Las uvas de la ira, John Steinbeck)
-"Y las estrellas tan bajas y cercanas, y la tristeza y el placer tan juntos, en realidad la misma cosa"(Las uvas de la ira, John Steinbeck).
-"Sobre sus cabezas flotaba una gran burbuja llena de cosas que tendrían que decirse, y los dos miraban al suelo para no verla"(La soledad de los números primos, Paolo Giordano).
-"Una infancia sin esperanzas ni palabras. Un jadeo por sentirse amada que nunca nadie satisfizo"(Lo que le falta al tiempo, Ángela Becerra).
-"Unidos hasta el delirio por este amor a la belleza que tanto me ha dado y tanto me consume, expresando la feroz alegría, la enlodada tristeza... la rabia asesina, la frustración efímera... Tú y yo bailando el gran vals: el teatro de la vida, mi pequeña. La hermosa farsa. La comedia interpretada magistralmente"(Lo que le falta al tiempo, Ángela Becerra).
-"Hay llamadas de auxilio que se lanzan sin voz"(Lo que le falta al tiempo, Ángela Becerra).
-"Llevaba la mirada ausente y los pasos cansados de pisar la nada"(El penúltimo sueño, Ángela Becerra).
-"Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, las emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte"(Un grito de amor desde el centro del mundo, Kyoichi Katayama).
-"Aquello que estaba mirando, ella no lo había visto. Ni lo había visto antes ni lo vería después. <<¿Dónde está este sitio?>> me pregunté a mí mismo. Desde luego, era posuble situarlo en el mapa, en una intersección entre las coordenadas latitud-longitud, o dándole un nombre geográfico. Pero ésto no tenía ningún sentido.
Mirara donde mirase, yo veía desierto. Montañas y prados de exuberante vegetación, mares resplandecientes o calles transitadas por la multitud. Yo no necesitaba ir a visitarlo. Con la muerte de Aki, el mundo entero se había convertido en desierto. Ella había huido. Al punto más recóndito del fin del mundo. Y las huellas de mis pies que corrían en pos de ella, habían sido borradas por el viento y la arena"(Un grito de amor desde el centro del mundo, Kyoichi Katayama).
(Son sólo unas pocas de las muchas que tengo. Otro día escribiré más).
Y sí, queridos lectores: hoy es mi cumpleaños.
Para celebrarlo, me permitiré colgar una recopilación de frases de libros que me han llamado la atención(sí, soy super original). Aquí las tenéis:
-"¿Sabe qué es lo mejor de los corazones rotos? Que sólo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños"(El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón).
-"Tonterías lo son todo en esta vida. Es simplemente una cuestión de perspectiva"(El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón).
-"Claro que quiero oírlo, pero si yo fuera rico, si yo fuera rico compraría un montón de chuletas de cerdo, me las anudaría alrededor y escaparía comiéndomelas"(Las uvas de la ira, John Steinbeck)
-"Y las estrellas tan bajas y cercanas, y la tristeza y el placer tan juntos, en realidad la misma cosa"(Las uvas de la ira, John Steinbeck).
-"Sobre sus cabezas flotaba una gran burbuja llena de cosas que tendrían que decirse, y los dos miraban al suelo para no verla"(La soledad de los números primos, Paolo Giordano).
-"Una infancia sin esperanzas ni palabras. Un jadeo por sentirse amada que nunca nadie satisfizo"(Lo que le falta al tiempo, Ángela Becerra).
-"Unidos hasta el delirio por este amor a la belleza que tanto me ha dado y tanto me consume, expresando la feroz alegría, la enlodada tristeza... la rabia asesina, la frustración efímera... Tú y yo bailando el gran vals: el teatro de la vida, mi pequeña. La hermosa farsa. La comedia interpretada magistralmente"(Lo que le falta al tiempo, Ángela Becerra).
-"Hay llamadas de auxilio que se lanzan sin voz"(Lo que le falta al tiempo, Ángela Becerra).
-"Llevaba la mirada ausente y los pasos cansados de pisar la nada"(El penúltimo sueño, Ángela Becerra).
-"Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, las emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte"(Un grito de amor desde el centro del mundo, Kyoichi Katayama).
-"Aquello que estaba mirando, ella no lo había visto. Ni lo había visto antes ni lo vería después. <<¿Dónde está este sitio?>> me pregunté a mí mismo. Desde luego, era posuble situarlo en el mapa, en una intersección entre las coordenadas latitud-longitud, o dándole un nombre geográfico. Pero ésto no tenía ningún sentido.
Mirara donde mirase, yo veía desierto. Montañas y prados de exuberante vegetación, mares resplandecientes o calles transitadas por la multitud. Yo no necesitaba ir a visitarlo. Con la muerte de Aki, el mundo entero se había convertido en desierto. Ella había huido. Al punto más recóndito del fin del mundo. Y las huellas de mis pies que corrían en pos de ella, habían sido borradas por el viento y la arena"(Un grito de amor desde el centro del mundo, Kyoichi Katayama).
(Son sólo unas pocas de las muchas que tengo. Otro día escribiré más).
domingo, 21 de noviembre de 2010
Undécimo día.
"Cuidado con la señal", by ME. Está publicado en mi otro blog, pero lo publico otra vez en éste.
"Recuerdo aquella vez que me encontré contigo en la calle de camino a casa de Daniel. Ibas despistado, mirando hacia otro lado, cuando te diste un cabezazo contra una señal. En estos momentos casi puedo verte ahí parado, avergonzado, mirando a tu alrededor para asegurarte de que no te había visto nadie. Y aún sonrío cuando pienso en la cara que pusiste cuando me viste detrás de ti, observándote en silencio. Nunca olvidaré la expresión de tus ojos cuando empecé a reírme. Creo que no pude parar en más de una hora. “Lo siento, lo siento” dije, entre carcajadas, antes de darme la vuelta y marcharme, dejándote frotándote la frente dolorida con una mueca desconcertada. No hemos vuelto a vernos. Pero cada vez que paso por allí, no puedo evitar echar una ojeada en busca de una abolladura con la forma de tu cabeza o algo. Fue genial."
viernes, 19 de noviembre de 2010
Décimo día.
Hoy, de nuevo, "El penúltimo sueño".
"Se dio cuenta de que era él desde el comienzo. Lo vio cruzando la calle con su andar musical, gastado pero armónico. Aquel cabello blanco ralo, despeinado por la brisa primaveral, lo hacía parecer un pintor de Montmartre despistado en busca de inspiración; su calva manchada a goterones de edad y sus ojos vestidos de tiempo y golpes no le impidieron a Soledad reconocerlo, porque no le había identificado desde los ojos, sino desde el alma. Llevaba la mirada ausente y los pasos cansados de pisar la nada. Al verlo, Soledad no fue capaz de pronunciar su nombre, por miedo a que no fuera, a que no se girara; por miedo a espantarlo con su vejez sin brillo. Aplazó hasta última hora lo que tanto ahínco había buscado: el encuentro.
Decidió observarlo algunos días antes de acercarse a él. Cada mañana se sentaba en los bancos del paseo del Born, justo enfrente de la portería donde vivía Joan Dolgut, envuelta en su abrigo de paño azul marino, con su bolsito de cocodrilo descansando en su regazo y su bolsa de migas de pan arremolinando gorriones [...]
Una tarde perfumada a pan y vida, Soledad Urdaneta entró en la panadería. El horno humeaba vapores de trigo y Joan Dolgut había entrado a pedir su baguette. Se quedó paralizada al oírlo. Aquella voz conservaba los acordes templados de la juventud. Las cataratas que padecía no le impidieron a Soledad sumergirse en los ojos de Joan hasya ahogarse en el verde selvático de su mirada sin tiempo. Pero Joan la había visto sin verla, como si fuese una transeúnte más de la vida, una mujer que venía a por al pan de la tarde para la soledad de la noche. No la reconoció porque no la esperaba. La Soledad Urdaneta que guardaba en la retina de su alma era una niña fresca y cantarina, olorosa a rosas silvestres y a perfumes de alegría, y eso estaba tan en el fondo de sus dolores que ya prácticamente no existía. Por eso cuando ella lo miró, no supo devolverle la mirada. Había olvidad cómo se acariciaba el alma desde los ojos. Tuvo que buscar y rebuscar en el fondo de sus recuerdos para vestirse de encuentro.
-¿Joan...?-preguntó Soledad con su acento más dulce. Aún conservaba aquella cadencia inconfundible de niña colombiana.
Él la miró con ojos mudos, recorriendo en un instante la distancia de siglos que lo había separado de aquella voz de ángel, saltando por encima de los años, de los veranos muertos, de las sombras del olvido...
-¿Soledad...?"
"Se dio cuenta de que era él desde el comienzo. Lo vio cruzando la calle con su andar musical, gastado pero armónico. Aquel cabello blanco ralo, despeinado por la brisa primaveral, lo hacía parecer un pintor de Montmartre despistado en busca de inspiración; su calva manchada a goterones de edad y sus ojos vestidos de tiempo y golpes no le impidieron a Soledad reconocerlo, porque no le había identificado desde los ojos, sino desde el alma. Llevaba la mirada ausente y los pasos cansados de pisar la nada. Al verlo, Soledad no fue capaz de pronunciar su nombre, por miedo a que no fuera, a que no se girara; por miedo a espantarlo con su vejez sin brillo. Aplazó hasta última hora lo que tanto ahínco había buscado: el encuentro.
Decidió observarlo algunos días antes de acercarse a él. Cada mañana se sentaba en los bancos del paseo del Born, justo enfrente de la portería donde vivía Joan Dolgut, envuelta en su abrigo de paño azul marino, con su bolsito de cocodrilo descansando en su regazo y su bolsa de migas de pan arremolinando gorriones [...]
Una tarde perfumada a pan y vida, Soledad Urdaneta entró en la panadería. El horno humeaba vapores de trigo y Joan Dolgut había entrado a pedir su baguette. Se quedó paralizada al oírlo. Aquella voz conservaba los acordes templados de la juventud. Las cataratas que padecía no le impidieron a Soledad sumergirse en los ojos de Joan hasya ahogarse en el verde selvático de su mirada sin tiempo. Pero Joan la había visto sin verla, como si fuese una transeúnte más de la vida, una mujer que venía a por al pan de la tarde para la soledad de la noche. No la reconoció porque no la esperaba. La Soledad Urdaneta que guardaba en la retina de su alma era una niña fresca y cantarina, olorosa a rosas silvestres y a perfumes de alegría, y eso estaba tan en el fondo de sus dolores que ya prácticamente no existía. Por eso cuando ella lo miró, no supo devolverle la mirada. Había olvidad cómo se acariciaba el alma desde los ojos. Tuvo que buscar y rebuscar en el fondo de sus recuerdos para vestirse de encuentro.
-¿Joan...?-preguntó Soledad con su acento más dulce. Aún conservaba aquella cadencia inconfundible de niña colombiana.
Él la miró con ojos mudos, recorriendo en un instante la distancia de siglos que lo había separado de aquella voz de ángel, saltando por encima de los años, de los veranos muertos, de las sombras del olvido...
-¿Soledad...?"
domingo, 14 de noviembre de 2010
Noveno día.
Hoy no tengo nada que contar. No he hecho más que estudiar en todo el fin de semana. En fin, qué dura es la vida.
Las uvas de la ira. John Steinbeck.
"-No sé-respondió-. Dos semanas, quizá diez días con suerte. Mira, Madre, deja de preocuparte. Te voy a decir una cosa que aprendí estando en la cárcel. No puedes dedicarte a pensar cuándo vas a salir. Te volverías loco. Tienes que pensar en el día en que estás, luego en el día siguiente, en el partido del sábado. Es lo que hay que hacer. Los que llevan allí mucho tiempo hacen eso. Uno que acaba de llegar se da cabezazos contra la puerta de la celda porque piensa el tiempo que le queda de estar dentro. ¿Por qué no haces lo que te digo? Vive día a día."
Las uvas de la ira. John Steinbeck.
"-No sé-respondió-. Dos semanas, quizá diez días con suerte. Mira, Madre, deja de preocuparte. Te voy a decir una cosa que aprendí estando en la cárcel. No puedes dedicarte a pensar cuándo vas a salir. Te volverías loco. Tienes que pensar en el día en que estás, luego en el día siguiente, en el partido del sábado. Es lo que hay que hacer. Los que llevan allí mucho tiempo hacen eso. Uno que acaba de llegar se da cabezazos contra la puerta de la celda porque piensa el tiempo que le queda de estar dentro. ¿Por qué no haces lo que te digo? Vive día a día."
sábado, 13 de noviembre de 2010
Octavo día.
Perdona, pero quiero casarme contigo. Federico Moccia.
"Al otro lado sienten una curiosidad ávida, como si los asuntos humanos fueran en todo caso un motivo de sorpresa, despertasen el deseo de hurgar, de buscar, de abrir cajones, de leer cartas, de conocer noticias, verdades sorprendentes o descubrimientos dramáticos. Hambrientos de la vida de los demás. Pero,¿Qué queréis saber?¿Qué otra cosa hay que saber más allá del hecho de que el amor de ha acabado? Se ha acabado y ya está.¿Acabado? Esa palabra es casi un grito desgarrador. Al oírla pronunciada en su mente su corazón parece retorcerse y extenderse como un elástico de absurdas capacidades, tenso como un arco violento y listo para lanzar la dolorosa flecha, más y más tenso, hasta lo inverosímil hasta romperse como cinco cuerdas de un instrumento llevadas a la exasperación, el último y lacerante hálito de un viejo cantante de rock en su último bis, el último canto de un viejo cisne, ya ronco. [...] Cuánto echa de menos su sonrisa. Querría sentir todo eso y mucho más. Ni siquiera el peor de los dolores físicos puede compararse con el que siente en esos momentos su corazón. El absurdo de ese vacío neumático, la ausencia total de todo, como respirar en un mundo sin aire, como beber de un vaso vacío, como tirarse a una piscina sin agua, el silencio de las profundidades marinas, la ausencia de cualquier sonido, palabra, color, alegría, felicidad, sentimientos cristalizados, como si el mundo se hubiera partido por la mitad y, de repente, esa sonrisa robada, impresa, crucificada, disecada e inanimada. Así es el vacío desgarrador que siente Alex. ¿Quién me ha privado de la emoción, del sentimiento de la felicidad? Ladrón, maldito ladrón del amor, te lo has llevado y después lo has escondido, lo has metido en una botella y lo has arrojado a las más frías profundidades de esta tierra que hoy me acoge. Avanzo día tras día sin notar ya el calor del sol, todo me aburre y me tortura dolorosamente, estoy destinado a sufrir para siempre, como un condenado a cadena perpetua que, sin embargo, no ha visto en ningún momento un tribunal, unos jueces o alguien que pudiese decirle algo, el motivo de sus culpas, cualesquera que éstas sean. No. Se quedará para siempre en esa habitación, solo con sus pensamientos y sus recuerdos, intentando imaginar quién es el que lo ha encerrado y cuál puede ser su culpa... En caso de que la tenga."
"Al otro lado sienten una curiosidad ávida, como si los asuntos humanos fueran en todo caso un motivo de sorpresa, despertasen el deseo de hurgar, de buscar, de abrir cajones, de leer cartas, de conocer noticias, verdades sorprendentes o descubrimientos dramáticos. Hambrientos de la vida de los demás. Pero,¿Qué queréis saber?¿Qué otra cosa hay que saber más allá del hecho de que el amor de ha acabado? Se ha acabado y ya está.¿Acabado? Esa palabra es casi un grito desgarrador. Al oírla pronunciada en su mente su corazón parece retorcerse y extenderse como un elástico de absurdas capacidades, tenso como un arco violento y listo para lanzar la dolorosa flecha, más y más tenso, hasta lo inverosímil hasta romperse como cinco cuerdas de un instrumento llevadas a la exasperación, el último y lacerante hálito de un viejo cantante de rock en su último bis, el último canto de un viejo cisne, ya ronco. [...] Cuánto echa de menos su sonrisa. Querría sentir todo eso y mucho más. Ni siquiera el peor de los dolores físicos puede compararse con el que siente en esos momentos su corazón. El absurdo de ese vacío neumático, la ausencia total de todo, como respirar en un mundo sin aire, como beber de un vaso vacío, como tirarse a una piscina sin agua, el silencio de las profundidades marinas, la ausencia de cualquier sonido, palabra, color, alegría, felicidad, sentimientos cristalizados, como si el mundo se hubiera partido por la mitad y, de repente, esa sonrisa robada, impresa, crucificada, disecada e inanimada. Así es el vacío desgarrador que siente Alex. ¿Quién me ha privado de la emoción, del sentimiento de la felicidad? Ladrón, maldito ladrón del amor, te lo has llevado y después lo has escondido, lo has metido en una botella y lo has arrojado a las más frías profundidades de esta tierra que hoy me acoge. Avanzo día tras día sin notar ya el calor del sol, todo me aburre y me tortura dolorosamente, estoy destinado a sufrir para siempre, como un condenado a cadena perpetua que, sin embargo, no ha visto en ningún momento un tribunal, unos jueces o alguien que pudiese decirle algo, el motivo de sus culpas, cualesquera que éstas sean. No. Se quedará para siempre en esa habitación, solo con sus pensamientos y sus recuerdos, intentando imaginar quién es el que lo ha encerrado y cuál puede ser su culpa... En caso de que la tenga."
jueves, 11 de noviembre de 2010
Séptimo día.
Hoy, después de muchos días sin publicar nada, otro poema de Neruda.
"Aquí te amo.
En los oscuros pinos que desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Éste es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en estos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre"
"Aquí te amo.
En los oscuros pinos que desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Éste es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en estos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre"
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