viernes, 10 de junio de 2011

Cuadragésimo cuarto día.

Para que quede claro, no existe ningún tipo de continuidad en mis entradas. Están numeradas porque me pareció que quedaba bien, sólo eso.
Mi primer escrito como persona libre:

"En ocasiones parpadeo y me encuentro en lo alto de un precipicio. Frente a mí se extiende, implacable, infinito, opaco, el mar. Dudo si saltar o no. Un trueno sacude el mundo. Tropiezo. ¿Qué voy a hacer? Me confundo. Ya no sé si te echo de menos o me he acostumbrado a no verte. Ese vacío que me esperaba más allá del cielo enturbiado parece cada vez más lejano. ¿Es el paraíso, que se aleja, o tu recuerdo, que por fin se desvanece?
El puente que construimos juntos era débil. Todo el mundo sabe que no se puede construir nada sobre cimientos de mentiras. Todo el mundo sabe que nada crece en la tierra yerma. Pero nosotros no lo supimos. Intentamos atravesar el pozo, juntos. Tratamos de hacer crecer el amor en dos corazones muertos, inertes, vacíos. Vacíos de todo.
No estábamos preparados para esto. Creímos que todo era posible. Pensamos que éramos capaces. Pero no. Maldita sea, ¿Por qué no nos dimos cuenta? Ahora ya no hay vuelta atrás. Nos destruimos, ardemos, ardemos, crepitamos, estallamos en un millón de esquirlas doradas.
La tormenta descarga sobre mí su ira eléctrica. Un sollozo trepa por mi columna y me provoca un escalofrío. Las piernas me fallan. Caigo al suelo, la lluvia se confunde con mis lágrimas. Me quedo allí, esperando quizá a que un rayo me alcance y acabe con todo. Sólo puedo sentirlo. El dolor es tan intenso que parece que las finas estructuras que me mantienen a flote se resquebrajan y chirrían, a punto de partirse.
No voy a volver a mentirte. No podría. Ahora lo único que queda es un puñado de ruinas en llamas, nada más. Pero está bien así. Está bien así."

No hay comentarios:

Publicar un comentario